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A veces íbamos con ellos de madrugada a la iglesia para asistir a la “doctrina”, es decir, la clase de religión de los indígenas. Un día presenciamos cómo el misionero se esforzaba en explicar a su auditorio que infierno e invierno no son una sola y misma cosa, sino dos tan diferentes como el calor y el frío. Los chaima no conocen más invierno que la estación lluviosa, e imaginaban el “infierno de los blancos” como un lugar en que los malos están expuestos a unos espantosos aguaceros. El misionero perdía la paciencia, pero todo fue inútil; persistía la primera impresión producida por dos consonantes de sonido casi idéntico; en la cabeza de los neófitos no podían separarse ya las imágenes de lluvia e infierno.

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Alexander von Humboldt,

Del Orinoco al Amazonas: Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente

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La Selva Oscura: un infierno equinoccial

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Instalación

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Un fragmento de la obra de Alexander von Humboldt menciona cómo el sonido casi idéntico de las palabras infierno e invierno, pronunciadas por los misioneros durante los procesos de evangelización en la América tropical, condujeron a que la imagen predominante del infierno entre el pueblo chaima fuera la de un torrencial aguacero. Lo que Humboldt escribió como una anécdota es el punto del que parto para desplegar el mapa de un posible infierno ajeno a la historia del pensamiento y la cultura occidental.

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Instalación en exposición colectiva colectiva "La Divina Comedia: Inspiración y razón"

c arte c (Centro de Arte Complutense)

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Entrevista para la Unidad Técnica de Cultura de la Universidad Complutense de Madrid

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